martes, 14 de febrero de 2017

LA EVOLUCIÓN DE LAS COSAS - DEL TIRALÍNEAS AL CALIBRADO...





    ESTABA pensando en cómo pasa el tiempo, y cómo cambian las cosas (para variar). 
Acabo de encontrar en uno de mis cajones un viejo artefacto que a finales de los 70 usábamos para entintar en dibujo lineal, y sucesivamente, y escarbando, he ido encontrando los sustitutos mejorados que durante tres décadas más hemos ido utilizando para los mismos fines... Y he hecho una composición al estilo de la evolución del ser humano desde sus ancestros, pero en estilógrafos, por así denominarlos.

Ese viejo tiralíneas de tijera (despuntado, como las viejas tijeras Tres Claveles que fueron sujeto de artículo en el blog, y que me han acompañado toda la vida) es de finales de los 70, como decía. Recuerdo que lo compré para la asignatura de dibujo lineal. Lo cargábamos con aquellos cargadores Pelikán que tenían una gomita en la base, para bombear, y bastante a menudo soltaban el goterón de tinta, aunque éste que muestro aquí es de los más sofisticados, con numeritos en la rueda y todo.




El siguiente paso en la evolución fue el de los primeros Rotrings. En realidad deberíamos llamarlos 'estilógrafos', pero pasó como con los Kleenex, y a todo estilógrafo se le ha llamado rotring por defecto. La caja de tres Rotrings (0.2, 0.4 y 0.8), con su tapa de plantillas, su llavecita roja para cambiar las puntas y puede que hasta su portaminas del 0,5 fueron todo un clásico cuando ya nos obligaban a usarlos, cuando nos hicieron avanzar en la escala evolutiva del entintado, allá por los principios de los 80... Éstos aún podían recargarse, con el pertinente cargador Rotring, que utilizaba una tinta más líquida para evitar atascos. La limpieza de los rotrings era bastante peliaguda: amén de tener que desmontar varias piezas, lo ponías todo perdido... Y estando muy atento al alambre que iba por dentro de la punta... Alguno había que le ponía cualquier tinta, con lo cual el rotring quedaba totalmente inservible en poco tiempo.

A éstos Rotring clásicos negros con su código de colores (respectivamente amarillo, marrón y verde) les sucedieron las nuevas generaciones de los 90, los isograph y rapidograph... Con sus correspondientes cargas de tinta, al estilo de las de las típicas estilográficas.
Pero como todo cambia y sigue cambiando, los estilógrafos se han adaptado a sus tiempos, luchando a brazo partido contra la tecnología digital y sus malditos autocads. Ahora fabrican rotuladores calibrados de tinta permanente... Mucho más cómodos y sin limpiezas ni engorros: Cuando se gastan, se tiran y se compran otros.
Bueno, es como la vida misma. Cada vez más tendemos al usar y tirar en lugar de mantener y hacer durar las cosas, ¿no? 

martes, 7 de febrero de 2017

LA CAJA DE PASTELES HEREDADA







Cuando era un niño, e iba a visitar a mi abuela materna, me quedaba totalmente alucinado con los dibujos de mi tío Emilio, que por entonces, era un jovencito de veintipocos años.

Mi tío no estaba muy "bien". De pequeño sufrió una mala caída y vivía en un mundo muy particular, por decirlo así. 


Hacía y decía cosas raras, pero era muy amable y simpático conmigo... Y dibujaba como los ángeles (si estos dibujasen, que no lo sabemos). 
Aún lo recuerdo perfectamente en la iluminada galería de aquella plantita baja, con el jardín de fondo. Esa mañana de primavera de 1971 se afanaba trabajando sobre una nueva ilustración: Blancos cisnes nadando en un estanque. De pronto me miró, guardó sus pasteles cerrando la cajita y me la entregó junto con los difuminadores de cartón. «Ya no voy a dibujar más. Te lo regalo todo.»

Y no volvió a dibujar más, por lo que yo sé... Yo tendría unos 8 años, y me sentí en aquel momento como si mi tío me pasase el relevo de algo, sujetando aquella cajita, ilusionado y con cierto sentido de la responsabilidad también.

El destino ha querido que acabase encaminando mis pasos hacia el mundo artístico, y que haya construido mi vida alrededor de esta actividad. A menudo, contemplando esta cajita de pasteles Goya (que conservo todavía, como podéis ver), me pregunto si aquel día... recibí un testigo, finalmente.