sábado, 10 de mayo de 2014

DE LUGARES DE NUESTRA NIÑEZ DESAPARECIDOS: LA TIENDA DEL SR. ALFONSO...

Aquí estuvo ubicada la mítica tienda de juguetes del Sr. Alfonso...


Cuántos de aquellos lugares que frecuentábamos siendo niños (tiendas, parques, cines, kioscos, escuelas) todavía siguen ahí? Algunos, por supuesto… aunque seguramente habrán cambiado mucho. Y cuántos han ido desaparecido sin más durante todo este tiempo?
Un buen día, al cabo de los años, pasamos cerca de uno de ellos, y con estupor nos damos cuenta de que un pedazo de nuestra vida simplemente ya no está, o en su lugar hay otra cosa muy distinta. El caso al que me voy a referir, es uno de los lugares que más presente tengo en mi memoria (y me consta que en la memoria de todos los que fuimos niños entre las décadas de los 60 y 70 en el lugar en que crecí): La mítica tienda de juguetes-kiosco del SR. ALFONSO. Es el lugar en el que me ubico mentalmente cuando pienso en los juguetes de mi infancia…
Esto que veis aquí es lo que queda de aquel mágico lugar. Una simple fachada, una vivienda corriente y moliente. Pero hace muchos años era un lugar muy   diferente y lleno de vida, el centro neurálgico de la chuche y la juguetería de la zona :)
La estructura es la misma que recuerdo: Como podéis ver, una puerta y una ventana, simplemente. En este tipo de viviendas (que suelen tener jardín detrás), se accedía directamente a una sala o recibidor bastante grande al entrar desde la calle. Una puerta al fondo de la sala (a menudo un pasillo) conducía al resto de la casa. El Sr. Alfonso y la Sra. Luz (qué bonito nombre, verdad?), en algún momento a principios de los 60, decidieron montar en este recibidor una tiendecita (ellos seguirían viviendo en la parte de atrás), y transformaron la ventana en un escaparate, colocando un cajón por dentro para darle profundidad y colocar los artículos a exponer. La puerta de madera fue sustituida por una de cristal, y junto a la misma, colocaron una vitrina, cuyo lateral daba a la calle, desde donde también se podían ver los artículos expuestos.
La tienda estaba situada en una calle de mucho paso para la gente que, como nosotros, vivía en la parte alta (geográfica :) del pueblo, ya que se encontraba precisamente a mitad de camino entre ésta y la parte central, donde estaba el meollo de comercios y bancos, colegios, etc. Además, el ambulatorio (del que ya he hablado) estaba también un poco más arriba, y todo el día había un trasiego de gente subiendo y bajando la calle, niños yendo y viniendo del cole, del médico o la iglesia, señoras yendo a la compra, o a hacer gestiones al centro de la población.  Por tanto, y pese a ser una callecita muy estrecha, la clientela potencial estaba asegurada.
En la tiendecita del Sr. Alfonso (todo el mundo la conocía por este nombre, y estoy casi seguro de que nunca hubo ningún tipo de cartel fuera) se vendía un amplio abanico de productos. Como he dicho, se encontraba a medio camino entre la tienda de juguetes y el kiosco, y en el improvisado escaparate que daba a la calle se exponían unos cuantos artículos que realmente llamaban la atención de los niños que pasábamos por allí… En mi memoria la tengo tan, tan clara…
En la parte inferior, y entre cochecitos, muñequitos y un sinfín de pequeñas miniaturas (incluyendo las máquinas sacapuntas de la época con figuras de coche, tren, armas, etc.) estaban los sobres de MONTAPLEX, para niño y niña. A mí siempre se me iban los ojos, con estos sobres, que constantemente se iban actualizando. Mis preferidos eran los ejércitos de diferentes países, por colores además. Como ya he comentado, mi madre tenía que comprarme uno casi siempre que pasábamos, porque me agarraba de una argolla que había junto al escaparate y de allí no me soltaba si no caía algo, directamente :)
El estante intermedio estaba destinado a albergar todo tipo de artículos de broma: bombas fétidas, mocos falsos, dedos ensangrentados y vendados, líquido de frío y calor, caleidoscopios que te dejaban un círculo negro en el ojo, vasos que derramaban el líquido al intentar beber, la mosca dentro del cubito, en fin, una retahíla inacabable de objetos (en su mayoría de la factoría Sanromà, empresa que aún sigue fabricando estos artículos) para fastidiar al próximo. Creo que los llegué a tener todos, por cierto. Mi favorito: la tinta invisible :) Yo creo que ya tenía callos en los deditos, de tanto agarrarme a aquella argolla. Lo que es raro es que no la llegásemos a arrancar –es que no era el único:)
En la parte superior, artículos de carnaval, caretas y blísteres conteniendo juguetes de todo tipo. Y, presidiendo todo esto, el símbolo del escaparate del Sr. Alfonso: EL PEINE PARA CALVOS! Así rezaba el blíster de cartón que lo contenía. Un peine de unos 50 cm., de color rosa. Si hay algo que la gente recuerda siempre del lugar es el susodicho peine, que creo que estuvo ahí colgado durante toda la vida del comercio, y parece que nadie llegó a comprar, finalmente! :) O quizás el Sr. Alfonso tenía mucho cuidado de ir reponiéndolo! Hubiera sido extraño, aquel escaparate, sin el peine 'para calvos'…
Nada más entrar, a mano derecha, había una vitrina que haría las delicias de cualquier coleccionista de nuestros tiempos. Cientos de cochecitos en miniatura, muñequitos… Uno podía pasarse las horas allí. Colgando sobre el mostrador de fórmica en forma de L, montones de blísteres con equipos del oeste, accesorios para muñecas, arcos y flechas, pistolas de todo tipo, discóbolos, tamborcitos, en fin, todo lo que se pudiera uno imaginar. Encima del mostrador, además de la caja registradora, botes con golosinas de la época: palulus, regalices duras y blandas, piruletas, etc. Con el tiempo, y cuando ya compraba mi propio material escolar camino del colegio, pude probar mis primeras nubes (marsmallows) allí.
El mostrador era acristalado, y bajo el cristal, más chuches. Chicles (todas las marcas), caramelos blandos, bolsas de pipas y quicos (qué buenos estaban los Churruca de aquella época, por cierto), conviviendo con bolígrafos, sacapuntas, gomas, todo muy bien clasificado.
Y en las estanterías de detrás del mostrador y en general por toda la tienda, los juguetes. Esos juguetes de los que tanto hemos hablado en el blog… Los carillos. Es por eso que la tienda cumplía las dos funciones: juguetería y kiosco (y un poco hasta papelería). Años más tarde, cuando ya generalmente pasábamos de largo con los amigos camino del centro, aún recuerdo haber comprado cuerdas para la guitarra (que entonces empezábamos a tocar). Esos son las últimas memorias que tengo de la tienda.
Yo pasaba, durante el curso escolar, cuatro veces al día por delante de la tienda del Sr. Alfonso, y, durante las vacaciones, un par, cuando acompañaba a mi madre a hacer la compra diaria por las mañanas. Tenía ésta cierta amistad con la familia y recuerdo laaargas conversaciones mientras yo me ocupaba de fisgonear por allí y escoger cuidadosamente el juguete con el que, con toda seguridad, iba a salir de la tienda, generalmente, como he dicho, un sobre de soldados o cualquier artículo de broma asequible y divertido.
En la misma población había al menos cuatro sitios más donde podías encontrar juguetes: Una perfumería en el centro, una tienda cercana en la que vendían también instrumentos musicales, y un par de mercerías, más abajo. Pero la tienda del Sr. Alfonso se llevaba la palma. Casi todos mis juguetes procedían de ahí, por lo que recuerdo. Si no tenía algo de lo que anunciaban en televisión, te lo conseguía rápidamente.
Con los años, y conforme fuimos creciendo y nuestros intereses y aficiones cambiando, ya sólo utilizábamos la tienda para comprar material escolar, y al cabo de unos años, ya ni siquiera eso (aunque mis hermanos, bastante más pequeños que yo, aún seguían utilizando sus servicios alegremente :) En la adolescencia no había ni tiempo ni espacio para la nostalgia, justamente despertábamos ante una vida prometedoramente adulta, y durante los años siguientes al cierre de la tienda (que debió suceder a primeros de los 80), aún me iba encontrando por las calles al Sr. Alfonso, cada vez más viejecito y encorvado. Nunca dejó de saludar afablemente (qué debía pasar por la mente de aquel hombre, que había visto crecer y cambiar a todos los chicos de la zona de varias generaciones). Y luego, como era de esperar, el Sr. Alfonso también desapareció de nuestras vidas.

Siempre lo recordaré tras el mostrador, con sus gafas ahumadas y su pelo cano peinado cuidadosamente hacia atrás, enfundado en una bata gris azulado y con su corbata bien anudada. Ése era su uniforme de 'atender' :) Muy amable con los chavales que íbamos a ver a qué nos alcanzaba el poco dinero del que disponíamos en aquella época (había que tener paciencia:).
He intentado buscar fotografías de la tienda, pero ha sido inútil (ni siquiera en los archivos municipales, que guardan un buen número de fotografías de comercios de los 60 y 70 –aunque los funcionarios recordaban bien la tiendecita, por supuesto :), así que no me he podido resistir  a reconstruirla yo mismo, basándome en mi propio recuerdo, y arriesgándome a un ejercicio que podría rozar el freakismo :). Ahí la tenéis, con su enorme peine para calvos en el escaparate. Y ahí estoy yo, botando alegremente la pelota que me acababan de comprar. No me he querido negar este pequeño y ficticio recuerdo, que sin duda existió, pero ya tan sólo en mi memoria. Visto ahora, desde la distancia, se trataba sin duda de un lugar sencillo y pequeñito, pero fue nuestro mundo durante muchos años, y el recipiente de nuestros sueños y esperanzas infantiles. El mundo de todos los chiquillos de la época de aquella zona.

Porque los lugares y las gentes pueden desaparecer, pero seguirán vivas y presentes mientras los tengamos cuidadosamente guardados en nuestra memoria...



PS.- Podéis buscar algunos de vuestros juguetes infantiles en la fotografía, e incluso  un pequeño guiño al final de los 60… Lo habéis descubierto ya? :)

5 comentarios:

  1. Jo, si es que te lo curras que es un contento...

    Me ha hecho gracia el vasito de Avidesa tirado en el suelo. Si viniera el guardia urbano del cuento de Ferrándiz (con su casco blanco y su plataforma con sombrilla como una seta), diría que hay que tirar los envoltorios a la papelera...

    Sobre caramelos blandos, ¿te suena una especie de Palotes de regaliz? lo estoy preguntando en el kiosko de Akela, pero ná.

    Un besote.

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  2. Las calles estaban llenas de cosas así, ya que directamente no había papeleras donde tirarlas... Como comento en alguna entrada, aún recuerdo cuando comenzaron a instalar papeleras en la zona donde yo vivía...

    Sobre los palotes... Recuerdo unos con sabor a chocolate, pero de regaliz...

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  3. Felicidades por tu escrito.Yo tambien venero a George Harrison.

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  4. Has descrito la tienda magistralmente y la recreación es fantástica, me ha gustado mucho.

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  5. La verdad es que la recuerdo muy bien, seguramente porque mi pobre madre se dejó muchas pesetas allí :) Lo mejor es que la gente que conoció la tienda, la han reconocido en la recreación. Es un lugar entrañable que jamás olvidaré. Cualquiera que tenga la pasión por los juguetes que tienes tú seguro que lo entiende, verdad? :)

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