sábado, 26 de abril de 2014

ESPARDEÑAS, ESPIRÓGRAFOS Y MONOPOLYS

Se diría que se trata de tres elementos (y me ahorro incluir el cuarto, las moscas) de muy mala combinación, sin embargo yo los tengo ligados en mi memoria a unas vacaciones de verano: Las del 73. Más concretamente, a la primera quincena de Agosto del 73.


La primera vez que jugué al Monopoly (y que directamente tuve noticias de que existía) fue en una fonda de Tamarite de Litera, donde pasábamos parte de nuestras vacaciones de verano. Mi primo, que siempre estaba a la última, lo había traído en su equipaje. “Ya verás, es un juego muy chulo” (entonces aún no decíamos ‘guay’ y la palabra ‘fetén’ estaba ya  obsoleta). La primera noche, nos pusimos a jugar en la zona de bar de la entrada de la fonda, y poco a poco, un corrillo de gente se fue reuniendo a nuestro alrededor mientras jugábamos, nutriéndose más de curiosos a medida que el juego avanzaba, las casitas y los hoteles proliferaban y los billetes cambiaban de mano.
Supongo que para ellos era también una novedad. Acabamos la partida entre las exclamaciones aprobatorias de la concurrencia, que se fue luego disolviendo mientras comentaba las incidencias del juego. Bueno, el perro de la pensión simplemente nos miraba rencoroso. Se pasaba el tiempo tumbado en el rellano de las escaleras que llevaban a las habitaciones, dormitando, y no había día que no le dejáramos un regalito en forma de bomba fétida al pasar... Qué le vamos a hacer, éramos muy detallistas en estas cosas (y muy metódicos). Si lo miro bien, aquél fue el verano de las bombas fétidas, también. Las dejábamos caer estratégicamente por la ventana que estaba sobre la zona de terraza -con el consiguiente revuelo de la gente que tomaba algo mientras contemplaba el paseo-; bajo las mesas del comedor… Incluso, una vez, por la ventana de un ambulatorio y a través de las cortinas (de tubitos de colores con aquellos pesitos en la punta) de la puerta de una peluquería. Qué gamberros! En fin, probablemente dedicaré una entrada a los artículos de broma de la época que comprábamos en la famosa tienda del sr. Alfonso (que también tendrá su propia entrada), porque creo que los usé todos, y en muchas ocasiones :)

En cuanto al espirógrafo, fue un curioso artefacto que encontramos en una de nuestras excursiones por el pueblo, en una pequeña tienda que vendía de todo un poco. Es increíble cómo, con una pequeña regla perforada y un par de discos, podías pasarte toda la tarde dibujando preciosos gráficos de lo más elaborado. Parecía mágico. A menudo las cosas sencillas son las que más entretenimiento proporcionan, parecería. Con el espirógrafo, lo difícil es conseguir hacer exactamente el mismo dibujo dos veces. Las posibilidades de creación son infinitas!



Y para encajar el tercer elemento, diré que TODAS estas actividades las llevamos a cabo enfundados en nuestras espardeñas nuevas. Nos las compramos al empezar las vacaciones, no se sabe porqué, y no nos las quitamos hasta que acabaron. Hay que decir que eran muy fresquitas, pero al principio fue duro para nuestros pies urbanitas acostumbrados a las Tórtola y los calzados Gorila. De todas formas, nunca se me olvidarán aquellas espardeñas… Diría que porque fueron el calzado más original y raro que nunca usé, pero probablemente es porque para los dos, aquél fue uno de los veranos más felices de nuestras vidas…


2 comentarios:

  1. Qué chulo el Monopoly... y el espirógrafo, qué recuerdos. ¿Lo venderán en alguna parte??? hay cosas que ya no se hacen, como el Puntax (qué gran pérdida, ya no existe).

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  2. Sí, el Monopoly era chulísimo... cuando no teníamos hipotecas, multas, etc! :) Ahora da mucha pereza jugar a algo que se parece DEMASIADO a la vida real!

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